Estimado ladrón,
Sé que has entrado en mi hogar.
Sé que has entrado en mi hogar.
Sé muy bien que has conocido todo lo que había en él.
Me enorgullece que hayas sabido apreciar las mismas cosas que a mí me han cautivado, y que con esmero fui atesorando a lo largo de mi vida.
Te llevaste casi todo, todo menos lo importante.
Te llevaste mis miedos, te llevaste mis angustias. Te has llevado mi música y mis ganas de cantar. Te llevaste mi risa y te llevaste mis lágrimas. Mis recuerdos y desesperanzas.
Te fuiste con todo y te fuiste con nada, porque nada de lo mío será tuyo hasta tanto no me lo devuelvas.
Te llevaste mi esfuerzo y mi complacencia, y porque me supe lleno, nunca advertí tu presencia.
Pero no te llevaste mi vida, me dejaste lo mejor.
Me dejaste el desafío de encontrar otro sabor.